martes, 15 de noviembre de 2016

Representaciones del agua en la moneda romana.

Representaciones del agua en la moneda romana. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 64(1165) (Julio/Agosto, 2008): pp. 46-47.

Miguel Ibáñez Artica.

            Desde los grandes Océanos y caudalosos ríos, hasta los más humildes manantiales y fuentes, las principales masas de agua se asociaban en la Antigüedad con algún ser sobrenatural protector, que si bien habitualmente era fuente de vida y alimentos, en ocasiones manifestaba su furor mediante inundaciones o sequías. En estos casos era necesaria la intervención de los sacerdotes, que con imploraciones y sacrificios intentaban aplacar la cólera de la deidad.

            La más antigua Mitología hindú, recoge el episodio de la batalla que tuvo lugar entre el dios Indra y el malvado demonio Vritra que mantenía cautivas las aguas, este ser infernal se representa mediante un dragón o una serpiente delgada y con las costillas muy marcadas, como alegoría de la sequía y el hambre. La victoria de Indra habría tenido como consecuencia la liberación de los ríos, y así, este dios aparece como “conquistador de las aguas”. Este patrón o arquetipo, donde un dios benefactor libera las aguas prisioneras de un ser malvado, se encuentra ampliamente difundido por todas las culturas el Planeta, por ejemplo en la Galia celta el dios Taranis, representa el mismo papel que Indra, y en su honor se construían santuarios, altares votivos y columnas cerca de los cursos fluviales. En la América precolombina ocurría lo mismo, y así Fray Diego Durán en su “Historia de las Indias de Nueva España”, señala cómo entre los pueblos aztecas, Chalchiuhtlicuye era la diosa de los ríos y fuentes.


Figura 1.- Representación pictórica del rapto de Hylas por las náyades en la fuente de Pegea (Misia). Obra de J.W. Watherhouse (1896).

            Del agua de los ríos dependía, en última instancia,  la supervivencia de la población, y las sequías o inundaciones se interpretaban como la consecuencia del enfado de algún poderoso ser sobrenatural, ya fuera un dios, una ninfa o un genio. Tal como ha señalado el antropólogo holandés Jan van Baal, las religiones surgieron como un sistema de símbolos, mediante los cuales los seres humanos fueron capaces de comunicarse con un Universo desconocido e imprevisible, y hasta fechas muy recientes se ha mantenido la creencia popular de que las aguas estaban habitadas por seres mitológicos como ninfas y lamias (Figura 1). Especial importancia tenían algunos manantiales minerales e hidrotermales, a los que se atribuían propiedades curativas, y en estos casos se incrementaban las ofrendas que los fieles depositaban en sus aguas; en la Hispania romana era frecuente ofrecer ex-votos y monedas a las divinidades de estas fuentes, y la costumbre de arrojar monedas a las aguas (ríos, pozos, e incluso fuentes públicas) ha pervivido como una tradición secular hasta nuestros días. Abad (1996) recopila 31 hallazgos de este tipo realizados en la Península Ibérica, de los cuales, dos aparecen en lagunas, seis en ríos y el resto en manantiales -la mayor parte de tipo hidrotermal-, predominado las monedas del período comprendido entre el siglo I antes de nuestra Era y el s. II d.C., época en la que costumbre de bañarse en aguas termales estuvo en pleno apogeo entre la población del Imperio Romano.


Figura 2.- Monumento al río Hiberus como divinidad fluvial. (Plaza del Duomo de Mesina, Sicilia).

            Al romanizarse, los pueblos bárbaros adoptaron la figura de Júpiter como principal deidad de las corrientes fluviales (Figura 2), y así aparecen frecuentemente en el curso medio del Rhin las características columnas de Júpiter, en cuya base están talladas cuatro caras que representan divinidades, luego una columna octogonal, rematada por un capitel, donde aparece la figura de Júpiter entronizado o cabalgando sobre un gigante con cola de pez, también el dios lusitano-galáico Reue se relaciona con las cumbres montañosas y con los ríos.


Figura 3.-
a.- Sextercio de Trajano acuñado entre el 112 y 115 d.C., con representación del Genio del “Aqua Traiana” en el reverso
b.- Aureo de Adriano representando el Dios del Nilo.
c.- Sextercio de Antonino Pío acuñado entre el 138 y el 144 d.C., con la representación del río Tíber.
d.- Emisión de Filípolis de Antonino Pío representando el Dios del río Hebrus.

            La importancia de las aguas fluviales queda bien reflejada en la numismática del Imperio Romano, donde frecuentemente vemos representados en sus monedas los principales ríos, como el Tíber, Nilo, Hebrus, etc.... (Figura 3). Generalmente encontramos una figura masculina majestuosamente recostada sobre un monte, y bajo él las aguas del río, en algunos casos acompañadas por algún elemento característico de la zona, tal como puede verse en un aureo de Adriano (Figura 3b), donde aparece un hipopótamo a los pies del dios del Nilo, y debajo un cocodrilo sobre las aguas. También en la numismática Hispana podemos encontrar representaciones relacionadas con el agua, como en una moneda de Emerita Avgvsta, donde delante de un barbado busto frontal, un ánfora vierte líquido (Figura 4a), y que algunos autores han identificado como el río Anas (Guadiana) que surcaba la ciudad, u otra emisión del mismo lugar donde aparece una figura femenina mirando hacia la derecha, y de cuya boca mana un chorro de agua, posible representación de la ninfa protectora del manantial que abastecía la población. No sólo encontramos alusiones a divinidades, en otra pieza de Ilercavonia (Tortosa, Tarragona) vemos representado un barco de los que habitualmente remontaban el río Ebro con mercancías (Figura 4b).


Figura 4.-  Ases: a.- Emerita Avgusta; b.- Ilercavonia.

            Sin embargo, la imagen más curiosa alusiva al agua en una moneda ibérica, la encontramos en un pequeño divisior del as (unidad de la moneda romana), donde podemos ver un busto masculino mirando a la derecha, de cuya boca surge un chorro de agua, y debajo la leyenda HIBERVS (Figura 5). Si esta moneda hubiera sido acuñada en Caesaravgusta (Zaragoza) o cualquier otra ciudad ribereña del río Ebro, su interpretación estaría clara, pero lo más extraño, es que fue fabricada en el siglo primero antes de nuestra era en la ciudad de Cartagonova, la actual Cartagena, muy lejos del río Ebro al que aparentemente hace alusión.

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Figura 5.- Semis de Cartagonova del s.I a.C. Anverso: HIBERVS II.VI.QVINQ; Reverso: C. LVCI.P.F.II.VI.QVINQ.

            Podemos suponer algunas explicaciones a este peculiar enigma, el ascenso de Cartagonova a colonia romana tuvo lugar probablemente en época pompeyana (hacia el año 54 a.C.), y hacia el 47 a.C. adquirió el título oficial de “Colonia Vrbs Ivlia Carthago Nova”, en estos momentos numerosas personas oriundas de la Península Ibérica ocupaban puestos importantes en la administración, entre ellas un magistrado monetal (encargado de las acuñaciones) de nombre Hiberus, que a manera de “busto parlante” colocó en la moneda una figura alegórica al río Ebro, del que derivaba su propio nombre. Otra posibilidad es que esta representación tal vez pudo conmemorar algún acontecimiento importante para la ciudad, como la traída de agua potable mediante un sistema de canalizaciones y acueductos, en cuya construcción los romanos eran expertos (recordemos el famoso Acueducto de Segovia). Sea cual fuere la explicación a tan original representación, lo que queda claro es la importancia que se daba al líquido elemento en la cultura romana.


Bibliografía:

Abad, M., 1992. La moneda como ofrenda en los manantiales. Espacio, Tiempo y Forma, Ser. II, Tomo V: 133-192.

Abascal, J.M., 2002. La fecha de la promoción colonial de Carthago Nova y sus repercusiones edilicias. Mastia 1: 21-44.

Olivares, J.C., 2000. Los dioses soberanos y los ríos en la religión indígena de la Hispania indoeuropea. Gerión 18: 191-212.



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