miércoles, 1 de junio de 2016

Monedas de sal.

Monedas de sal. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 69(1222) (Octubre, 2013): pp. 46-47.

Miguel Ibáñez Artica.

La sal común, cloruro sódico, es un compuesto imprescindible en la alimentación animal. A escala planetaria es muy abundante, ya que las aguas de los océanos contienen unos cincuenta trillones de toneladas, y por este motivo no suele escasear en lugares situados cerca de la costa. Pero no ocurre lo mismo en localidades ubicadas en el interior de los continentes donde dicha sustancia se convierte en un preciado elemento, escaso e  indispensable para la supervivencia (Figura 1). Actualmente la rapidez de los medios de transporte minimiza el problema, pero hasta hace poco tiempo largas caravanas de camellos o mulos se encargaban de trasportar la valiosa sal a distancias de cientos de kilómetros, y durante la Edad Media, e incluso en tiempos posteriores, los reyes o las administraciones públicas controlaban en régimen de monopolio su explotación y comercio, cobrando por ello pingües beneficios en forma de tasas, lo mismo que ocurre actualmente con el tabaco y el alcohol.


Figura 1.- Recolector de sal en Senegal (http://ethnosal.uaic.ro/importance.html)

Aristóteles menciona la sal como un elemento común de intercambio, y su empleo como moneda se remonta a la antigüedad clásica. Una parte de lo que recibían como paga los legionarios romanos, se abonaba en sal, elemento muy valioso en la época, no solo por su importancia en la dieta, sino porque resultaba imprescindible para conservar durante algún tiempo los alimentos perecederos como el pescado y la carne. De esta utilización, ha llegado hasta nosotros la palabra “salario” -derivada del término “sal”-, como significado del pago realizado a cambio de un trabajo.

Marco Polo(1), señala en su libro de viajes que en el Tíbet se empleaban monedas de sal, e incluso describe pormenorizadamente su proceso de fabricación:

Libro II, CXVIII. Donde se habla de la provincia de Gaindú.

            “””En esta provincia tienen la moneda que voy a deciros. Sabed que tienen el oro en barras, que pesan en Saggi, y que evalúan al peso; se sirven para ello de fuertes sumas porque no tienen moneda acuñada. En cuanto a la calderilla, os hablaré de cómo es. Toman agua salada, la hacen hervir en un barreño, y, cuando ha hervido una hora, se espesa como pasta; entonces la meten en el molde y hacen panes parecidos a una hogaza de dos dinares, plana por debajo y redonda por arriba, de tal tamaño que puede pesar una media libra. Cuando están hechas, las ponen sobre piedras muy calientes junto al fuego, donde se secan y se ponen duras. Sobre esta especie de moneda ponen el sello del señor, y nadie puede hacerlo más que los oficiales del Señor. Algunos panes son de una libra, otros de media libra, otros de más, otros de menos, según su grosor y su peso en saggi. Ochenta sales semejantes valen un saggio de oro fino. Esa es su calderilla. Pero con esta moneda los mercaderes van en busca de las gentes que viven en las montañas salvajes, poco frecuentadas, y obtienen un saggio de oro por sesenta, cincuenta o incluso cuarenta de estas monedas de sal, según que las gentes del país estén en lugar más o menos salvaje, alejados de las ciudades y de las gentes civilizadas; como no pueden vender su oro o sus demás cosas, como el almizcle y todo lo demás, cada vez que quisieren, porque no tienen a quien vendérselo, lo ceden a buen precio; porque encuentran oro en los lagos y ríos como hemos dicho. Entonces van los mercaderes por esas montañas y localidades del Tebet donde se utiliza moneda de sal de la misma manera, y hacen grandes ganancias y beneficios, porque estas gentes ponen sal de esa en sus comidas, y también compran lo que necesitan. Pero en las ciudades utilizan casi únicamente fragmentos de esa moneda en sus alimentos, y gastan las monedas enteras.”””

            Tradicionalmente en muchas regiones del continente africano las monedas más utilizadas, además de las conchas de caurís, han sido el hierro, la sal y las telas de rafia. Podemos diferenciar dos tipos de monedas de sal que difieren tanto en su aspecto como en su origen y proceso de fabricación. Por una parte, en lugares con clima tropical alejados de la costa, la sal obtenida de las cenizas de algunas plantas o extraída de suelos salinizados, se disuelve en agua, y se purifica y concentra mediante laboriosos procesos. Este tipo de barras de sal suelen ser cilíndricas y se protegen con hojas secas o mimbre (Figura 2).


Figura 2.- Lingotes de sal utilizados en África. En la parte superior una barra protegida en su funda procedente del Congo (comienzos del siglo XX). En la parte inferior  recipiente cilíndrico elaborado con tiras de caña de bambú destinado a contener un cilindro de sal utilizado como moneda en Sierra Leona.

            Otro formato frecuente en las monedas de sal es el de placas rectangulares, en este caso la sal proviene de yacimientos minerales situados en zonas desérticas. El comerciante y viajero musulmán Ibn Batuta ya mencionaba el uso de este tipo de barras de sal como moneda al sur de Timbuktu en el siglo XIV, y posteriormente también las cita el misionero portugués Francisco Álvarez que permaneció en la antigua Abisinia entre 1520 y 1526.  Hasta bien avanzado el siglo veinte, se han utilizado los lingotes de sal denominados “amoli” en Malí, Etiopía y algunas zonas de Nigeria. Estas barras de forma rectangular, se protegen con tiras vegetales o de piel de camello y en ocasiones llevan un asa para facilitar su transporte (Figura 3).


Figura 3.- Barras rectangulares de “amoli” de Malí y Etiopía.

            Aparte de su función monetaria, estos bloques de sal llegado el momento pueden utilizarse para la alimentación humana o de animales. Sin embargo esto no siempre es así, entre el pueblo Baruya de Nueva Guinea, se utiliza una moneda de sal laboriosamente fabricada a partir de cenizas origen vegetal(2). Los nativos cuentan con talleres especializados y en ellos procesan las cenizas de una especie de gramínea gigante (Coix gigantea o “lágrimas de Job”) cuyas hojas alcanzan un metro de longitud y que se cultiva con este fin, obteniendo de sus cenizas una sal rica en potasio que no puede ser consumida en cantidad pues resultaría tóxica, estando restringido su consumo a las ceremonias rituales.

Con esta sal se preparan barras de tres tamaños, que reciben también nombres diferentes, (Figura 4) y que se utilizan como moneda de uso interno para pagos o regalos ceremoniales, o externo, para comerciar con tribus vecinas. El proceso de fabricación está fuertemente ritualizado y mientras dura su trabajo, el especialista no puede poner los pies en su hogar y tiene prohibido mantener relaciones sexuales con mujeres. En este caso, tal como ocurría con las monedas africanas de este tipo, las monedas de sal de los Baruya tienen forma cilíndrica y van protegidas con una funda elaborada con hojas secas.



Figura 4.- Monedas de sal. Papua-Nueva Guinea.

Notas:

         (1)   Aportaciones numismáticas en la obra de Marco Polo III: Monedas de sal, de pieles y tarjas. Eco Filatélico y Numismático (Octubre, 2008), 64(1167): 46-47.

(2)  Godelier, M., 1969. La “monnaie de sel” des Baruya de Nouvelle-Guinée. L’Homme, 9(2): 5-37.


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